Que cunda el ejemplo.

Que cunda el ejemplo.

Escrito por: Equipo    15 noviembre 2011    2 minutos

En muchos establecimientos no dan importancia al café. A nivel de desayunos digamos que el impacto es menor pues se toma con leche (se difumina el sabor o la calidad), se toma con algo de comer, es decir, es importante por supuesto, pero no tanto como después de comer o cenar.

Nos referimos al café de las sobremesas, donde muchas veces pierden clientes por tratar los cafés como un complemento sin importancia, cuando en algunos casos como el nuestro, nos encanta un café sólo, italiano, ristretto, es decir, un sorbo pero con sabor y potencia.

El título viene a consecuencia de una panadería-cafetería que se denomina Crustó. Tiene tres tiendas en el corazón de Barcelona (Mercado de la Libertad, en la plaza de la Libertad 27. En la calle Valencia 246 y en Muntaner 363).

En un reportaje que hemos leído recientemente, realizado a su propietaria Ronit Stern, entre otras cosas dice «En Crustó no hace el café cualquier empleado, tiene que ser alguien que haya hecho un curso previamente». Nos parece perfecto. Nos imaginamos que no será un master ni de una duración prolongada, sino que con un par de mañanas o tardes queda resuelto.

Parece sencillo pero hacer un café no es fácil. Hay cafeterías o restaurantes que con la misma marca de café y la misma cafetera, uno lo obtiene exquisito y cremoso y otro que parece agua sucia, no sabe a nada, no tiene cuerpo ni sabor, es decir, un mal café.

Un café es el broche de una comida o la primera bebida del día, debe respetarse a los clientes y hacerlo según lo piden. No digamos cuando pides un expreso, italiano o ristreto, ponen la cafetera, le dan al botón y se marchan. Al regreso está la taza casi llena, tiran un poco de café y lo dejan corto ¡pero han tirado toda la crema y además es el doble de agua!. En algunos casos nos hemos marchado sin tomar nada. Es abusar del cliente.

No digamos de una mesa, después de comer, con ocho comensales, por ejemplo. La verdad es que es difícil : uno solo cortito, otro corto pero con un poquito de leche, yo descafeinado de sobre, yo de máquina pero con leche templada, el otro americano y el último dice que si tienen leche descremada. El camarero llega a la barra y dice «seis cafés y dos descafeinados». Al llegar a la mesa los distribuye como le parece, pero es una falta de respeto a los clientes, pues en restaurantes hemos llegado a pagar 3 euros por un café.

Esperemos que cunda el ejemplo y comiencen a «cuidar» y «hacer con cariño» los cafés, esta última frase la decimos en algunas ocasiones, cuando vemos que el tema no lo tienen muy claro. Más información en www.crusto.es

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