Éleonore el postre más delicado y apetitoso (Salinas-AS)
Días pasados recomendábamos varios establecimientos con excelentes vistas al Mar Cantábrico, uno de ellos era Éleonore, que por su ubicación tenía todos los méritos. Pero no llegamos a hablar de las elaboraciones de repostería de este restaurante boutique.
No siempre es fácil encontrar un restaurante en el que el postre comparta protagonismo con los platos salados, que esté a su altura. Sin embargo, en Éleonore construyen la experiencia gastronómica comenzando por el final. La repostería-pastelería es el germen de este precioso restaurante con vistas al Cantábrico, y también la pasión de su respostera, Cristina Arias.
“Entendemos que el postre debe subir el nivel de todo lo servido anteriormente”, señala. Por eso sus propuestas dulces son tan extraordinarias: repostería artesana con toques afrancesados (aprendió este arte culinario en París) impregnada del punto curioso y viajero de la chef. Elaboradas con las mejores materias primas y presentadas con una delicadeza exquisita, cambian a lo largo del año en función de los productos de temporada.
El Limón -núcleo de caviar cítrico y menta, ganache de chocolate blanco y yuzu y cobertura de chocolate Zéphyr-, El Cacao -haba de dos cacaos Barry, gelatina de maracuyá, mango en texturas y raíces de chocolate-, La Esmeralda –mousse cocida de chocolate, cremoso de queso y gelatina de caipirinha sagatiba velha- o El Momo –cremoso de melocotón y verbena y chocolate blanco Zéphyr – son algunas de las propuestas más evocadoras y originales.
Pero hay muchas más: La Miel -financier de cacahuete, manteca de maní, toffee de miel de los bosques y helado de Ron Barceló Imperial- El Queso -setas de cremoso de queso, gelée de frambuesa y crumble de cacao- o La Manzana –tarta Tatín de manzana con toques de vainilla de Magadascar– son otros deliciosos ejemplos donde los juegos de sabores y texturas guían a los comensales a través de un dulce viaje sensorial.
Una experiencia fascinante que además se disfruta “en primera línea de playa” aunque llueva o haya viento (sí, porque ya sabemos que el norte es verde por alguna razón) gracias a unos inmensos ventanales que miran a la playa de Salinas y que permiten contemplar los mágicos atardeceres.
El atractivo espacio deja a la vista una preciosa cocina abierta donde el equipo trabaja codo con codo con una admirable armonía. Y la cuidada selección musical y aromática junto a la acogedora decoración abrazan y seducen al comensal en cada visita.
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