La Embajada, cuatro cocinas diferentes (Madrid)
La alta cocina fusión está de moda y eso no podemos negarlo. Y que cuanto más variada sea la oferta gastronómica de un restaurante, más posibilidades hay de que una mesa de 4-6 comensales consigan estar a gusto y cada uno pueda disfrutar del tipo de cocina que más le apetezca en ese momento.
Pero está claro que con limitaciones. No podemos mezclar en la misma cocina (hablamos de lugar físico) la cocina mexicana o la japonesa, porque quien mucho abarca, poco aprieta. No es el caso de La Embajada, un edificio de 4 plantas con 4 tipos de cocina cada una con su propio jefe de cocina, cocinas separadas e incluso decoración y ambientes diferentes. ¿Nos acompañáis a recorrer el mundo gastronómicamente hablando?
La Embajada, el concepto
Quizá sea muy arriesgado en esta época abrir un restaurante de tal magnitud, pero el concepto y la filosofía es perfecta e incluso única que nosotros conozcamos. Al fin y al cabo es distribuir cuatro restaurantes con cuatro cocinas y cartas diferentes, dentro de uno sólo, separarlos por plantas y voilá, lo tenemos.
Pero no es tan sencillo como parece, porque detrás hay un estudio y un trabajo de varios meses donde ha querido primar la cocina típica de cada región, con chefs que conocen muy bien esa cocina e incluso nativos de sus lugares de origen para acercarnos la cocina de verdad, de calidad.
Todo se resume a intentar trasladar al comensal al lugar originario de la cocina y tanto con ambiente, como con los gustosos platos lo consiguen de una forma muy natural y, sobre todo, excelentemente.
Las cocinas propias de cada región
Al entrar debemos hacer un ejercicio de imaginación y dejarnos llevar hacia donde, de manera muy educada y profesional, nos guíe el camarero que nos recibe. Imaginemos un edificio de cuatro plantas que no tienen nada que ver unas con otras a nivel de decoración, cocina o incluso de música o ambiente, pero que podemos viajar con tan sólo subir o bajar un piso. Realmente excepcional.
Subir a la entreplanta, es adentrarse en uno de los bares más exclusivos de la ciudad, el Gastrobar, donde podremos charlar o mantener una reunión informal a la vez que tapeamos los platos más conocidos de nuestra cocina. Así pues podemos degustar un gazpacho, variedad de ensaladas, unas croquetas o una interpretación de los clásicos huevos con patatas. También está disponible un menú del día a 14,95 euros por persona y la cocina está abierta todo el tiempo.
Pero en el siguiente piso nos encontramos quizá con una decoración que más nos puede llamar la atención: La Biblioteca. Este particular nombre se debe a que fue el emplazamiento durante muchos años de la biblioteca del Marqués de Villaverde, Cristóbal Martínez Bordiú, uno de los primeros cirujanos en realizar un transplante de corazón en España.
Por supuesto la cocina es mediterránea destacando los pescados, carnes o risottos, todo cuidado y presentado de una forma realmente extraordinaria y que conjuga muy bien los sabores y colores. Es la cocina que más acostumbrados estamos a degustar en el día a día, pero llevado a la alta cocina, a la altura de los grandes restaurantes.
Tenía especial interés en ver la decoración del restaurante japonés y realmente me sorprendió. Una luz tenue y ambientado, con unas mesas bajas y altas (aunque no hasta el punto de descalzarse) que nos trasladan a la isla asiática. Su jefe de cocina, Sergio Hernández, que conoce a la perfección esta cocina nikkei, es especialista en innovar, aportando una cocina de vanguardia y fusión a sus platos.
Por último llegamos a México lindo, con las máscaras en una de las paredes que recuerdan a las 38 comunidades que podemos encontrar en el país, cada una pintada a mano de forma artesanal y con un trabajo medio de dos semanas por unidad. No podían faltar los sombreros mexicanos, ambiente y colorido con el rojo, verde y blanco como protagonistas y una barra de bebidas exótica con más de 100 tequilas diferentes aunque muy familiar. No faltan los panuchitos, tacos o guacamole donde todo es elaborado por el chef mexicano Ernesto Diomar a partir de materias primas.
En el cuarto piso nos encontramos con el Sky Bar, una opción diferente para tomarse una copa o cóctel por la tarde-noche, con buena música ambiente y con las noches de verano cálidas que nos esperan.
Cuatro cartas, cuatro ambientes diferentes
Por supuesto que se puede comer en La Embajada durante muchos días seguidos y no repetir ni un sólo plato de las cuatro cartas disponibles, pero el menú degustación que nos prepararon bien servía para conocer un poco de cada una de las cocinas, aunque nos quedamos con ganas de probar los tacos del gobernador, realmente apetecibles.
Para comenzar degustamos la cocina japonesa en muchas de sus variedades, con nigiri de hamburguesa, huevo de codorniz y trufa o el uramaki de lubina acevichada con influencia peruana. Las gyozas con chili dulce, hosomako de langostino panko y tobiko y makisushi de atún rojo picante completaban la genial presentación sobre pizarra negra.
Ni que decir tiene que hacía más de 5 años que no pisaba un mexicano a nivel personal y me sorprendió la rica conjunción de sabores, nada picantes y que volvería a repetir una y otra vez. Los nachos caseros con guacamole eran una delicia y las flautas de pollo tenían algo especial que invitaban a seguir comiendo. Por el contrario la michelada, bebida típica mexicana a partir de concentrado de tomate, cerveza y sal y pimienta entre otros ingredientes, no nos terminó de convencer. La usan para la resaca con muy buen criterio y con éxito asegurado.
En la cocina mediterránea no podía faltar el bacalao confitado con crema de pimientos y aceite verde y piruleta de parmesano que se separaba en lascas con tan solo mirarlo y que estaba en su perfecto punto de cocción. El protagonista del plato de carne fue un secreto ibérico a la plancha con vinagreta de hortalizas de la huerta, con unos sabores perfectamente combinados.
No podía faltar el postre y pudimos probar una selección de cada una de las cocinas, con el mochi como claro ganador por su diversión en boca. Del lado mexicano estaba el montado de coyote con dulce de leche y queso de cabra y del mediterráneo un tradicional pie de limón. Los petit fours hicieron acto de presencia con el café e infusiones.
Como guinda final nos esperaba un sorprendente cóctel japonés, en honor a las Geishas como su nombre indica, con base de licor japonés. Muy fresco, dulce y peligroso por lo bien que entra. Lástima que tocaba conducir después.
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un comentario
Estoy por suspender las vacaciones para ir a comer aquí, pero no me van a dejar, me voy mañana, una pena. A finales de Agosto regreso, que me vayan reservando mesa para cuatro.