Restaurante Hueso, Museo en el plato – placer en la boca (Madrid)

A veces vivimos experiencias que disfrutamos de una forma esporádica pues se reúnen una serie de circunstancias que convierten las mismas en exclusivas. No se trata de la visita a un museo de pintura sino los platos que hemos disfrutado en Restaurante Hueso, tres ambientes dentro del mismo para que elijas el que más te apetece en cada momento. A nivel de calle una amplia zona de barra donde consumir la mayoría de platos. Subiendo a la primera planta un ambiente también muy luminoso, la Sala Acristalada toda de mesas bajas. También en la primera planta la sala de la chimenea, elegante, para comidas de más alto nivel o eventos.

La atención, exquisita. Profesionales de alto nivel que complementan los platos que se preparan en cocina, aconsejando siempre el vino para armonizar los mismos. La comanda, pues como es costumbre nos hemos dejado aconsejar, todos los platos a compartir y raciones reducidas, que nos permite hacer un recorrido más variado por su tipo de cocina.

Empezamos con dos entrantes originales, ricos y elaborados. En primer lugar un Nigiri de atún con emulsión de anguila y Wasabi. Fantástico cada bocado una delicia. No menos delicioso es el seam de merluza con tártara asiatica. Realmente fantástico. Otro de los atractivos de Hueso es que muchos platos se pueden servir en medias raciones.

Y nos llega el plato que más nos ha llevado a definir como piezas de museo los platos que se sirven pues el colorido, los matices de los ingredientes, en definitiva su presentación ha sido la Parmigiana Hueso. Sobre una base de parmigiana tradicional (Berenjena, chalota y tomate) encontramos coliflor a baja temperatura y terminada a la brasa con bechamel de queso curado de oveja , airbags de parmesano, albahaca frita y guanciale. Además de disfrutar con la vista cuando llega a la mesa el consumo de la misma es para recordar. ¡Una maravilla de plato!

No habíamos salido de la sorpresa anterior y nos llega el Taco de maíz morado con carrillera al cacao. También vamos a contar un poco su composición. Sobre un taco de maíz morado casero, se agrega el guiso de carrillera tradicional y de sus propios jugos se hace la salsa de cacao , un poco de piña picante, pico de gallo con aceituna gordal y arroz inflado. ¡A que te ha encantado!

Terminamos la parte salada con un plato, original como todos los anteriores, donde disfrutarán doblemente los carnívoros. Lomo madurado, con salsa de maíz, servido sobre un tuétano y una base de panko. Es en este plato donde nos hemos percatado de que no ha sido necesario el consumo de pan en ninguno de los platos. No quiere decir que no tengan pan pues en carta existe una cestita de pan artesanal.

Parecía que ya habíamos terminado pero no, quedaba una «sala» del Museo, la de los Postres. Muy pequeña, muy recogida, pero con auténticas obras de arte recién elaboradas. Las dos que hemos degustado son fácilmente para compartir, por cantidad y por presentación. Nos llegan al mismo tiempo: Tarta de queso y tiramisú Hueso. Pues veamos los dulces.

Tarta de queso de un buen tamaño, deliciosa, con la buena tendencia que se tiene actualmentee de que los postres no sean empalagosos, el dulce necesario nada más. Permite reconocer los ingredientes y su calidad. No revelamos el tipo de queso para que lo percibáis vosotros directamente.

El tiramisú Hueso descubre el origen italiano de Stefano, por su elaboración y el soporte, la cafetera denominada italiana que se pone en el fuego. Igualmente delicioso y justamente edulcorado. Además Stefano y su equipo de cocina son los profesionales que preparan estos platos. En los salones la atenta mirada de Juan, medio mundo recorrido gastronómicamente, nos asesora en los platos y vinos además de conseguir que todo funcione a la perfección.

Y para los futuros eventos, celebraciones y siempre que necesitéis un establecimiento de los que denominamos «apuesta segura» contar con ellos pues no os van a defraudar. ¿Y comenzar por la barra, una mañana de aperitivo con picoteo?

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