Wilbran para todos los gustos (Madrid)
Es un restaurante ubicado en el antiguo local de Casa Manolo, de donde recordamos las excepcionales judías pintas que eran referencia en toda la capital. Este nuevo establecimiento tiene una cocina mediterránea con pinceladas orientales, motivada por la cultura recibida por su propietaria, de madre española y padre tailandés. Un local donde vamos a encontrar tres espacios diferentes. Un comedor interior con dos alturas, un comedor con luz exterior cuyos ventanales dan a la calle Orellana y un reservado interior que además está decorado con cuadros que pueden ser adquiridos por los clientes.
Como siempre hemos compartido todos los platos, dos comensales, que preferimos raciones más pequeñas para poder degustar una mayor variedad de platos. También nos dejamos aconsejar por el responsable de tomarnos la comanda, si bien hay platos que indicamos que no queremos o algunos que sí que nos gustaría degustar. Pasamos a contar nuestra experiencia.
El servicio de todo punto es impecable, efectivo, profesional, siempre pendiente de los deseos del cliente pero sin molestar. Los platos servidos a buen ritmo, solamente servían un plato cuando estaba acabado el anterior. Nos ofrecieron una crema de espárragos blancos con fresa como aperitivo, muy agradable al paladar y con todo el sabor del espárrago. Muy buen comienzo.
Comenzamos con unas gyozas de langostino verdaderamente sabrosas, tanto en sabor como calidad, crujientes y recién preparadas. Muy ricas. Nos habían recomendado ensaladilla, pues era típica de la casa y tortilla de patatas, pues estaban orgullosos de su buen hacer, ya que nos explicaron que recibe un 10 de los clientes cada vez que la sirven. No caímos que los dos platos eran patatas con huevo, en diversas formas, pero estaban correctas en ambos casos.
Con el siguiente plato nos trasladamos a la zona castiza de Madrid, pues unos callos a la madrileña, sin garbanzos, con su morro y todos los aditivos que deben llevar unos callos «serios». Nosotros otorgamos a los mismos una puntuación muy alta, estaban verdaderamente buenos y para el tiempo que se acerca será una referencia donde volver a degustarlos.
Llega el último plato, el que denominaron «plato fuerte». Un rabo de toro con patatas fritas, con su hueso, al natural, como se deben degustar los platos de este tipo. Decir que somos aficionados al rabo de toro y nos ha parecido uno de los mejores que hemos comido. Más que un restaurante con pinceladas orientales parece un restaurante castizo de los de verdad (ensaladilla, tortilla de patatas, callos, rabo de toro). Todo muy rico. Aunque sea cambiar un poco de tema, pensamos que los que están contra las corridas de toros no probarán el rabo de toro. ¡¡¡Pura lógica!!!.
No podía faltar un final dulce. Solamente queríamos un postre para compartir y nos decidimos por una tarta de queso que nos recomendaron, de muy buena textura y acabado. Un café muy bien preparado dió final a esta comida que nos habíamos imaginado de otra forma (no tan castiza) pero que resultó brillante y para repetir. Dispone de un menú de lunes a viernes por 15 euros con tres primeros, tres segundos, pan, bebida, postre o café.
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